El camino de Cabo San Lucas a Todos Santos está bordeado por playas de surf en la península de Baja California en México. Me dijeron que Todos Santos era un “pueblo mágico”, un destino de turismo culinario, se refiere a una designación específica otorgada por la Secretaría de Turismo de México a lugares con valor natural, cultural o significado historico.
1) Un destino de turismo culinario
Un hermoso pueblo bordeado de palmeras. plaza y calles estrechas con pintorescos edificios bajos de ladrillo y piedra. Encontré pequeños puestos callejeros que servían el plato no oficial de la región de Baja California. Pescado blanco frito en pequeñas tortillas de harina, cubierto con crema de guacamole, ensalada de repollo con zanahoria y rodajas de lima.
En las afueras de Todos Santos, que me di cuenta de por qué este viaje se consideraba una peregrinación. Jazamango, el restaurante fundado por el famoso chef, Javier Plascencia. Surgió como un oasis: un pequeño pero verde parche de producción agrícola en medio de un árido paisaje montañoso.
El jardín del restaurante estaba repleto de productos, incluidos jardines en terrazas producían limas, pomelos y mangos, y todo tipo de hierbas perfectas de color verde esmeralda. Recorrí y escuché sobre los sistemas de riego por goteo, las gallinas camperas que se usan para el control de plagas y los pájaros carpinteros a los que les encanta comer papaya madura.
2) La verdadera magia esta en la tierra y en su uso
Era casi imposible, mantener mis manos quietas. Quería tocarlo todo, rastrear cada aroma tentador, arrancar las fragantes hojas de menta de la planta y metérmelas en la boca.
Plascencia se mudó aquí desde Tijuana porque se enamoró del paisaje de Baja , un destino de turismo culinario y la promesa de ingredientes recién cosechados. Ahora, alrededor del 60 al 70 por ciento de la comida en el restaurante proviene de la tierra circundante. Plascencia ha abierto un segundo restaurante en Los Cabos. Puerto Raíz, una propiedad completamente al aire libre que incluye múltiples jardines y un huerto para amueblar su cocina “Baja Mediterránea”.
Jazamango ha servido tanto como misión personal como modelo para el futuro de la comida en toda la región. En Los Cabos, una deliciosa escena gastronómica ahora está impulsada por chefs de renombre y sus valientes intentos de cultivar ingredientes madurados al sol. Construir redes de suministro locales en un rincón de México que está evolucionando rápidamente de un lugar de fiesta a un destino elegante y completo. Es el tipo de escapada pacífica pero sofisticada que la gente anhela mientras soñamos con viajar después de la pandemia.
A medida que los chefs interactúan con el paisaje y lo rehacen, elaboran cartas de amor para piezas individuales de productos.
3) Una comida fresca y de calidad internacional
La comida que se está creando en Los Cabos es maravillosa en términos generales. La mayoría de estos lugares fomentan la interacción con la tierra; antes de sentarse a almorzar o cenar, los invitados pueden pasear por los terrenos para oler las hierbas o maravillarse con las guayabas maduras. El Four Seasons lanzó recientemente una versión acuática de este enfoque en el terroir con su programa de cena “Catch Your Own”. Donde los huéspedes pueden abordar un bote de pesca y aventurarse en el Mar de Cortés para pescar su propio pez vela, pargo o marlín.
Cuando visité Acre, un restaurante y hotel de la granja a la mesa construido en un huerto de mangos en las faldas de las montañas de la Sierra de la Laguna. La temporada de crecimiento estaba en pleno apogeo mientras los trabajadores sacudían la tierra de las zanahorias y cítricos maduros retorcidos de árboles inclinados por el sol. Un puñado de pavos reales y un burro llamado “Burrito” vagaban por los extensos terrenos.
4) Una transformacion Maravillosa
La transformación de Los Cabos en un destino más lujoso con un número cada vez mayor de hoteles de cinco estrellas. Incluidos los mencionados, también ha atraído tanto a chefs como a viajeros con un gran interés en la calidad de la comida. y procedencia.
De vuelta en Jazamango, cuando el sol alcanzaba el mediodía, nos retiramos de los jardines a un elegante comedor, donde llegó una sucesión de platos. Probamos un crudo de atún picante en salsa de matcha cubierto con maní, chiles, flores pequeñas, mousse de aguacate y chicharrones salados y crujientes. Tambien degustamos una ensalada de remolacha dulce combinada con lentejas firmes, toronja ácida y queso de cabra añejo. Y había un rabo amarillo chamuscado con piel deliciosamente crujiente en salsa de mantequilla, con puré de berenjena ahumada, hinojo fresco y verdolaga.
Cada plato iba acompañado de una explicación de su conexión con la tierra y el mar a nuestros pies, y no pudimos evitar enviar pequeños asentimientos de aprobación en dirección a ese pequeño jardín milagroso. Fue un momento de mayor gratitud por el talento culinario, por los ingredientes y por la visión necesaria para unirlo todo.
